Disfrute a continuación del resumen realizado por el propio autor de
la Conferencia
"La fuerza del fetichismo y la fatalidad en el discurso narrativo
de Camilo José Cela" que fue dictada por Fari Rosario: poeta, narrador,
ensayista y profesor universitario, el pasado sábado 5 de marzo, 2011:
La fuerza del fetichismo y la fatalidad
en el discurso narrativo de Camilo José Cela
Por Fari Rosario
En esta investigación me propongo analizar y delimitar las
manifestaciones telúricas y
las fuerzas fatalistas que
circunscriben y sirven de andamio al discurso
de Cela. El objetivo fundamental es analizar y profundizar en las
expresiones del fetichismo y la fatalidad que introduce CELA en su novelística
como elemento sustancial y simbólico, por
ejemplo, elementos tan importantes como la expresión de la quiromancia
y la tauromaquia.
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Camilo José CELA
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Nota: lo que sigue a
continuación tan solo es un resumen del tema y el corpus del trabajo. El análisis tiene como punto de partida enfocar y abordar cuatro de
las novelas de este notable escritor español:
–La familia de Pascual Duarte (1942)
–Cristo versus Arizona (1988)
–Mazurca para dos muertos (1983)
–El asesinato del perdedor (1994).
Por lo pronto conviene
comenzar delimitando los conceptos básicos. El fetichismo, tal como lo
entendemos hoy en día –con toda la luz que han arrojado la Antropología y las
ciencias humanas sobre el tema– se manifiesta, o mejor aún, su medio de
manifestación hegemónica es la tergiversación de la imagen, es decir, el
poder mágico o sobrenatural que tienen
ciertos objetos para un individuo. El
fin último de un fetichista es la excitación y encarar su turbio estado de conciencia.
En este sentido, el fetichismo
es el motor para medir la reacción y el miedo de los hombres, o su actitud real
frente mundo y su caótico estado de cosas. En suma, el fetichismo es el espejo
según el cual un pueblo siente y enfrenta la inexorable realidad que lo
circunda.
La fatalidad se define como el
insoportable peso (inevitable por lo demás) de la desgracia o la maldición, o
sea, el hecho mismo de no poder escapar a la fuerza del destino. La fatalidad,
como ya dijimos en páginas anteriores, no se manifiesta solo de un modo
unívoco, sino también multívoco. En esto radica su diferencia más notable con
relación al fetichismo. Vale decir, entre paréntesis, que la fatalidad (del talín fathum, y del griego ananké) es uno de los temas
más antiguos, según los testimonios que hemos heredado de la inmortal
literatura de Grecia y de Roma.
La fatalidad en el discurso narrativo de Cela se manifiesta de tres modos diversos. Estos modos o
dimensiones son:
1. La desgracia o maldición
del destino.
2. La maldición de carácter
telúrico: los poderes tórridos y terribles de la tierra.
3. La desgracia personal: el
peso de las frustraciones y la culpabilidad ante la
sociedad.
Si nos detenemos en el primer
modo o aspecto, la desgracia o maldición del destino, constataremos que esta
manifestación típica de su discurso narrativo no es un mero fenómeno, ni mucho
menos un melodrama para hacer la narración más interesante. La desgracia es un
modo de ser y de vivir, y por ende, constitutivo e inexorable. O sea, la
desgracia hace que el individuo tenga una conciencia grave y una oscura visión
del mundo.
Sin embargo, tal parece que la maldición está predestinada. Esto
justifica que CELA, en las primeras diez líneas de su primera novela publicada
La familia de Pascual Duarte (1942), nos conecte a uno de los emblemas que
marcará toda su producción novelística.
La desgracia del destino es tremenda, terrible e inexorable; esta
conciencia sinuosa y desgarrante es lo que envuelve la personalidad y el
talante existencial del personaje llamado Pascual Duarte, y lo que lo lleva a
confesar:
Yo, señor, no soy malo, aunque no faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin
embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si
fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la
muerte[1].
La desgracia o la fatalidad –cual si fuese una madre tremenda o el
gesto furioso de Saturno– tiende a estampar a sus hijos para diferenciarlos del
vasto redil de los hombres. Esta singular impronta de la fatalidad llega a
condensar los más antiguos resquicios del mithos de Eros y de Thanatos, o sea,
del posible entronque del amor con la muerte. Y más aun, podríamos decir que
tiende a rayar en la macabra y grotesca realidad rabelesiana y exalta, de un
modo sutil y mordaz, ciertas dimensiones
del realismo mágico.
Estas dimensiones ponen de
manifiesto, con acentuada espontaneidad, las alegorías más crueles del Corral
O.K. Allí es donde se circunscribe toda la acción de la narración Cristo versus
Arizona. Esta realidad macabra es la médula de la obra. En dicha obra Cela muestra gran espontaneidad y un sobrio
dominio del lenguaje, así como una deslumbrante técnica del monólogo interior.
Así pues, el sello de la fatalidad se manifiesta en el
personaje-narrador como algo cruel e inevitable que permea continuamente su
conciencia, esta crueldad en expansión se convierte en una rémora que no le
permite definir su identidad, esto lo hace proscrito y también lo hace
desconfiar del mundo, pues sabe que es la víctima de una ineludible violencia
metafísica:
[Wendell Liverpool Espana afirma] el hierro que tengo en el culo es
una flor, todavía se ve muy clara, mi madre me siguió hablando, a tu padre,
antes de mandaros a los hijos al hospicio le gustaba marcaros, no sé para qué si
después les perdía, esperaba a que tuvieseis cinco o seis años para que os
enteraseis bien y lo recordaseis toda la vida, tu padre me hizo once hijos pero
a ti es al único que encontré, lo primero que hago cuando me acuesto con algún
joven es mirarle el culo. […] me preocupé mucho cuando mi madre me dijo, Wend
la flor del culo se te está pudriendo, la tienes llena de pus, a lo mejor hay
que darle otra vez fuego para que no se borre[2].
El peso de la desgracia o la
fatalidad es variopinto y de un cromatismo diverso. Esto es lo que notamos
cuando se observa el perfil y el desfile de la galería de fantasmas y de
difuntos que atraviesan la novela Cristo versus Arizona. No obstante, el chivo
expiatorio o, el más desgraciado de la historia, parece ser Zuro Millor, el
cholo de la mierda, que mató a Cecil Lambert Espana. Ojo con la premisa: la
realidad metafísica del cholo, sí el cholo es un ser fatal y maldito desde el
momento mismo de su nacimiento.
La fatalidad, por otro lado, se pone de manifiesto también a través de
la maldición de carácter telúrico y a partir de la aparición de la desgracia
personal, donde juegan un rol decisivo el peso de las frustraciones y la
culpabilidad moral.
De lo dicho hasta aquí, podemos
apuntar algunas conclusiones:
1. Estamos ante un discurso
narrativo que se alimenta de los mitos mediterráneos y de la tradición clásica.
2. El devenir o las
peripecias narrativas se desarrollan entre dos polos: el fetichismo y la fatalidad.
3. La fatalidad se
manifiesta de un modo multívoco y total.
4. La fatalidad supone no
solo un azaroso estado de conciencia, sino una conciencia terrible y
maniqueísta del mundo.
5. El hombre está condenado
al sufrimiento y a la soledad.
6. Los personajes buscan
afanosamente su identidad en un mundo absurdo y macabro, cuyo fundamento último
es la maldición de Caín.
7. Una literatura para ser
original y auténtica tendrá que describir la peregrinación hacia la Cruz del
Sur. ¡Pues el Sur no solo existe, también embiste como un toro!
8. Las tradiciones antiguas,
los desafueros de la pasión, la quiromancia y la tauromaquia son los riachuelos
de los que se alimenta el discurso narrativo de Camilo José Cela.
[1] CELA, Camilo José: La familia de Pascual Duarte, Barcelona, Destinolibro, 2007, p. 25.
[2] Cfr. Ibid, pp. 8-72.______________________________
Hoja de vida de FARI ROSARIO
Nace el 10 de mayo de 1981, en Moca, Provincia Espaillat, República
Dominicana. Tiene una Licenciatura en Filosofía por la Pontificia Universidad
Católica Madre y Maestra (PUCMM). Actualmente ocupa la Cátedra de Introducción
a la Estética, en el Recinto Santo Tomás de Aquino de la Pontificia Universidad
Católica Madre y Maestra. Es Miembro del Ateneo Insular y del Movimiento
Interiorista.
Ha publicado: El jabalí y otros microcuentos (2007); El coleccionista
(2008); Polvo y olvido (2009) y El discurso de la interioridad y la condición
humana en Una rosa en el quinto infierno (breve ensayo, 2009) y El columpio de
los sonámbulos (2010).
MUESTRA DE LA OBRA DE FARI ROSARIO
CUATRO MINICUENTOS Y UN POEMA
INFALIBILIDAD
Si mis cuentos ultracortos son malos, la culpa no es mía; la culpa es
de Voltaire y toda la legión francesa; la culpa es de Francis Drake y toda la
legión italiana; la culpa es del almirante Cristóbal Colon y la legión
italiana; la culpa es del empecinado Hernán Cortes y la rampante legión
española; la culpa también es, en definitiva, de Enriquillo y de Fray Antón
Montesinos y la maldita legión del silencio.
AMNESIA
He decidido escribir mis obras completas de un tirón. El volumen
podría ser grande o pequeño, todo depende del coqueteo de las musas. El volumen
terminara con la palabra “olvido”. No para complacer a Borges, sino porque así
me lo dicta mi santa y geométrica voluntad. Así, pues, cuando termine el volumen
me olvidaré de mi obra y de todo lo escrito.
EL BUITRE
Descendió del árbol en un viaje ligero hacia la planicie de la tierra,
tras aquel bulto inmóvil sobre los matorrales, que era la primicia del
atardecer. Descendió... porque los buitres también esperan a sus muertos.
NOCTÁMBULO
El hombre-bastón había olvidado su sombrero sobre la vieja mesa de la
biblioteca.
Al regresar, tomó su sombrero, luego miró con parsimonia hacia la
ventana, la calle y los libros. Tiempo después, se puso unos guantes de
terciopelo y, caminando como una momia, se dirigió a la señorita de la
recepción.
-Disculpe, ¿a qué hora sale el tren?
-Señor, en esta ciudad no hay tren...
La palabra estremecida
A la mujer, siempre a ti
Para ti no tendría tres palabras
sino la Palabra, alquimia de la piel…
Y toda palabra inolvidable comienza
con el movimiento de un río.
De un río silente y soterrado
que se ramifica en tus labios,
en las dulces cascadas de tus pechos.
Para ti sería mi única palabra
el zigzag de los helechos, los movimientos lunares,
el crujir de los trigales al despuntar el alba.
Para ti serían, en resumen,
todas mis razones de redención
a flor de piel.
Para ti que eres mi musa, mi música,
mi tabernáculo donde se inmolan los hijos del deseo.
Y un antiguo murmullo se dilata, se fermenta con la noche
Éxtasis de dos, abandono, silencio,
paraíso recuperado en las llanuras de tu vientre.
La palabra galopa en el huerto de tus ojos
en el húmedo costado, allí donde nace el himno
que estremece la carne
y que en silencio nos redime.
Publicado originalmente por Ofelia Berrido en 2/27/2011 09:10:00 PM