Si al menos el manantial de las palabras no se agotara ante este pasmoso abismo
donde caen mis ojos mis vísceras mi dolor
donde mi existencia se multiplica en el vacío
en el viscoso espacio de lo no dicho.
Y no hay palabras ni cifras
para desmitificar los caminos del destino
el ancho aguijón de la acritud y la pesada vigilia
y de la saliva que no redime
y he ahí a un hombre que permuta que muere
como un pájaro diminuto, herido.
Y al final ese camino vuelve a empaparse de sueños
y de la nostalgia de los días ametrallados
por la necesidad y el falso rito de las monedas
inquieto y trepidante un hombre
moviéndose como una hormiga
para conquistar un pedazo de pan y el mendrugo del alma
con un verdadero hormiguero de larvas en el pecho.
Y es entonces cuando veo y siento
que mi angosto mundo
también crece se fermenta en los fecundos surcos
de la palabra y la creación.
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